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Mostrando entradas de noviembre, 2012
Antonio Machado, Ligero de equipaje... Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla, y un huerto claro donde madura el limonero; mi juventud, veinte años en tierras de Castilla; mi historia, algunos casos que recordar no quiero. Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido —ya conocéis mi torpe aliño indumentario—, más recibí la flecha que me asignó Cupido, y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario. Hay en mis venas gotas de sangre jacobina, pero mi verso brota de manantial sereno; y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina, soy, en el buen sentido de la palabra, bueno. Adoro la hermosura, y en la moderna estética corté las viejas rosas del huerto de Ronsard; mas no amo los afeites de la actual cosmética, ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar. Desdeño las romanzas de los tenores huecos y el coro de los grillos que cantan a la luna. A distinguir me paro las voces de los ecos, y escucho solamente, entre las voces, una. ¿Soy clásico o románti
Hablo mucho de echo no paro, pero siempre que me pongo a escribir pienso en todos esos libros de miles de hojas y me parece imposible contar una historia tan detenidamente. Soy incapaz de escribir con tiritas. Cuando escribo todo me sale resumido. Hoy ha sido un día increíble, hasta que llego a casa y me doy cuenta de que soy una enamorada de la vida. Que la veo simple y llana, solo quiero ser feliz, con lo que haya. Tal vez más adelante no me conforme con eso pero hoy si. Quiero poder vivir en un sitio que me de el solillo muchos días al año, con el amor de mi vida y mis niños, muchos niños dando por saco en la playa, currar de lo mío y si no me puedo dedicar a ello a algo en el que la gente que este a mi alrededor solo me proporcione una sonrisa. Pido mucho pero si lo pienso no es tanto. Lucharé por ello, me lo prometo. Si no lo hago siempre me arrepentiré y eso es una cosa que Sara Coterón no hará.
Mi memoria es como la de un pez. No me acuerdo de nada, pero es impresionante la capacidad que tengo de borrar todo lo malo de mi memoria. Borro absolutamente todas mis meteduras de pata de mi mente. Por eso me aguantan, cero rencor. Ganas de discutir siempre tengo pero es la incapacidad total de poder hacerlo lo que me lo impide, si han pasado más de 48 horas desde la discusión se acabó, desaparece de mi cabeza.
El rechazo nos hace pequeñitos. En cuanto pise Inglaterra haré lo que me apetezca en cada momento, y no pensaré -y si mañana...?